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domingo, 13 de enero de 2013

Yo soy Yo

                                   
         Nada mas lejos de mi intención, que corregir la plana al Maestro de los pensadores españoles José Ortega y Gasset, pero su célebre frase: Yo soy yo y mis circunstancias…, aparecida en su obra Meditaciones del Quijote, tras examinarla a la luz de mis propias experiencias, me ha llevado al convencimiento de que esta emblemática frase hubiera sido mas correcta, si los términos se hubieran cambiado por :Yo soy mis circunstancias y yo.

         Y no se puede considerar baladí este pensamiento, pues en el transcurso de la vida, la personalidad de cada individuo, se ve modificada, restringida y hasta anulada por avatares cotidianos que no están bajo nuestro control y que además de ser imprevisibles son inevitables. Las circunstancias de la vida, por tanto, no se pueden encuadrar dentro de los llamados casos fortuitos, sino en los de fuerza mayor.

         En realidad, el Yo, la personalidad, los atributos diferenciadores de una persona respecto a otra, no pueden impedir, en la mayoría de las ocasiones, que las circunstancias de la vida, aparecidas por azar, cambie el rumbo previsto en la existencia de una persona.

         Cuantas veces, optar por una ruta no habitual para ir al trabajo, un accidente fortuito, la actitud de un profesor, el conocimiento inesperado de alguien; una mala expresión en un momento puntual, un artículo periodístico o un beso, cambia el destino de una persona y la convierte, por poner un ejemplo, en abogado en vez de médico, como era su vocación, o la lleva a la cárcel en vez de al aula.

         Las circunstancias que afectan a la vida de las personas, sean familiares o extra-familiares, tienen tanta fuerza para marcar el destino de los individuos, que sobrepasa la influencia que en el mismo tenga su propia personalidad.

         Extrapolando este pensamiento al campo de la política española, podemos encontrar situaciones que avalan lo anteriormente expuesto.

         Los políticos, sean malos, peores e incluso normales, -cuando los gérmenes nocivos de la política no han influido, por acción u omisión, sobre ellos-, tienen como objetivo fundamental la permanencia en el cargo, pues ello le permite, a veces enriquecerse, a veces consolidar su futuro, a veces ejercer su influencia sobre los demás, y en la mayoría de las ocasiones todos “los aveces juntos”.

         Pero “las circunstancias” también influyen en el ejercicio de la actividad del político, pues no de otra forma puede entenderse, que medidas tan negativas para la permanencia en el cargo, como “los recortes” en materia de; sanidad; prestaciones sociales; políticas salariales, etc.., así como los incrementos de impuestos, contribuciones y tasas en las diferentes Administraciones,  puedan llevarse a cabo si no vienen impuestas por “las circunstancias”.

         Y en esta lamentable situación nos encontramos, por los desmanes de los políticos, entre los que incluimos la facultad para asignarse sus propios emolumentos (endogamia inaceptable); privilegios inconcebibles en los casos de jubilación o de abandono de la actividad, concesión de asignaciones y subvenciones rocambolescas, con beneficios colaterales por vía de retorno, y un sinfín de prácticas abusivas cuyas consecuencias revierten negativamente en el probo ciudadano.

         Cada día, la clase política, con nuestro Presidente del Gobierno al frente, nos envía un mensaje de CONFIANZA en la solución de los graves problemas por los que atraviesa nuestro País. Pero este sublime vocablo, carece de contenido si no va acompañado de acciones que, aunque influyan mínimamente en la solución de los problemas, puedan crear en las capas sociales, la impresión de que el mensaje esperanzador es auténtico.

         La confianza que se solicita desde las altas instancias, para que las “bajas instancias” comprendan que las medidas adoptadas, y las que se establezcan con posterioridad, son consecuencias de las circunstancias y no de un “animus nocendi”, deberían venir acompañadas, para que fueran verosímiles, de medidas que afectaran a la clase dirigente, al menos en la misma proporción.

         De aquí, que la supresión del Senado, la reducción de diputados al mínimo posible (eliminando a los “si bwana”, es decir a casi todos), eliminación de las Diputaciones, la disminución del número de Municipios mediante la creación de Comunidades; supresión de Consejeros; Concejales; Asesores; Chóferes y sus herramientas de trabajo; prestaciones y privilegios; comisiones, complementos y las múltiples variedades de sinecuras, serían medidas que constituirían pruebas evidentes, de que “la Confianza”, afecta a los “confiantes” además de a los “confiados”, entre los que se encuentran mis circunstancias y Yo.