Nada mas lejos
de mi intención, que corregir la plana al Maestro de los pensadores españoles
José Ortega y Gasset, pero su célebre frase: Yo soy yo y mis circunstancias…,
aparecida en su obra Meditaciones del Quijote, tras examinarla a la luz de mis
propias experiencias, me ha llevado al convencimiento de que esta emblemática
frase hubiera sido mas correcta, si los términos se hubieran cambiado por :Yo
soy mis circunstancias y yo.
Y no se puede
considerar baladí este pensamiento, pues en el transcurso de la vida, la
personalidad de cada individuo, se ve modificada, restringida y hasta anulada
por avatares cotidianos que no están bajo nuestro control y que además de ser
imprevisibles son inevitables. Las circunstancias de la vida, por tanto, no se
pueden encuadrar dentro de los llamados casos fortuitos, sino en los de fuerza
mayor.
En realidad,
el Yo, la personalidad, los atributos diferenciadores de una persona respecto a
otra, no pueden impedir, en la mayoría de las ocasiones, que las circunstancias
de la vida, aparecidas por azar, cambie el rumbo previsto en la existencia de
una persona.
Cuantas veces,
optar por una ruta no habitual para ir al trabajo, un accidente fortuito, la
actitud de un profesor, el conocimiento inesperado de alguien; una mala
expresión en un momento puntual, un artículo periodístico o un beso, cambia el
destino de una persona y la convierte, por poner un ejemplo, en abogado en vez
de médico, como era su vocación, o la lleva a la cárcel en vez de al aula.
Las
circunstancias que afectan a la vida de las personas, sean familiares o
extra-familiares, tienen tanta fuerza para marcar el destino de los individuos,
que sobrepasa la influencia que en el mismo tenga su propia personalidad.
Extrapolando este pensamiento al campo de la política
española, podemos encontrar situaciones que avalan lo anteriormente expuesto.
Los políticos,
sean malos, peores e incluso normales, -cuando los gérmenes nocivos de la
política no han influido, por acción u omisión, sobre ellos-, tienen como
objetivo fundamental la permanencia en el cargo, pues ello le permite, a veces
enriquecerse, a veces consolidar su futuro, a veces ejercer su influencia sobre
los demás, y en la mayoría de las ocasiones todos “los aveces juntos”.
Pero “las
circunstancias” también influyen en el ejercicio de la actividad del político,
pues no de otra forma puede entenderse, que medidas tan negativas para la
permanencia en el cargo, como “los recortes” en materia de; sanidad;
prestaciones sociales; políticas salariales, etc.., así como los incrementos de
impuestos, contribuciones y tasas en las diferentes Administraciones, puedan llevarse a cabo si no vienen impuestas
por “las circunstancias”.
Y en esta
lamentable situación nos encontramos, por los desmanes de los políticos, entre
los que incluimos la facultad para asignarse sus propios emolumentos (endogamia
inaceptable); privilegios inconcebibles en los casos de jubilación o de abandono de
la actividad, concesión de asignaciones y subvenciones rocambolescas, con beneficios colaterales por vía de retorno, y un
sinfín de prácticas abusivas cuyas consecuencias revierten negativamente en el
probo ciudadano.
Cada día, la
clase política, con nuestro Presidente del Gobierno al frente, nos envía un
mensaje de CONFIANZA en la solución
de los graves problemas por los que atraviesa nuestro País. Pero este sublime
vocablo, carece de contenido si no va acompañado de acciones que, aunque
influyan mínimamente en la solución de los problemas, puedan crear en las capas
sociales, la impresión de que el mensaje esperanzador es auténtico.
La confianza
que se solicita desde las altas instancias, para que las “bajas instancias”
comprendan que las medidas adoptadas, y las que se establezcan con
posterioridad, son consecuencias de las circunstancias y no de un “animus
nocendi”, deberían venir acompañadas, para que fueran verosímiles, de medidas
que afectaran a la clase dirigente, al menos en la misma proporción.
De aquí, que
la supresión del Senado, la reducción de diputados al mínimo posible
(eliminando a los “si bwana”, es decir a casi todos), eliminación de las
Diputaciones, la disminución del número de Municipios mediante la creación de
Comunidades; supresión de Consejeros; Concejales; Asesores; Chóferes y sus
herramientas de trabajo; prestaciones y privilegios; comisiones, complementos y
las múltiples variedades de sinecuras, serían medidas que constituirían pruebas
evidentes, de que “la Confianza ”,
afecta a los “confiantes” además de a los “confiados”, entre los que se
encuentran mis circunstancias y Yo.