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sábado, 15 de junio de 2013


CATASTRO CATASTRÓFICO
       
Eran cerca de las doce de la mañana y el bar parecía una caseta de la Feria de Sevilla. Grupos de personas que superaban la cuarentena en edad y en número, charlaban animadamente en grupos distribuidos en varias mesas o pegados a la barra del bar. Al parecer todos se conocían, y el ambiente y animación  existentes, se contraponía a la larga fila de contribuyentes que, pacientes y cabizbajos, esperaban su turno en el pasillo de acceso, para ser atendidos en la dependencia de la planta -1 de la Delegación de Hacienda de Málaga.
        El bar estaba a rebozar. Era un auténtico “meeting point” para los funcionarios que, estresados por la ingrata labor que desempeñan, necesitaban un “respiro secuencial”.
        Fue una casualidad, motivada por una incontinencia urinaria la que me llevó a descubrir el “departamento” mas importante y acaso el mas eficaz de tan emblemático edificio: el Bar. La culpa la tuvo el recóndito lugar donde, en la planta -1, se puede evacuar un mismo trámite con discriminación sexual.
        Se acercaba la hora que tenía para una consulta en la dependencia del Catastro, en planta 2ª del Edificio, y la larga espera con que la cita previa me regaló, me permitió observar el trasiego de funcionarios que debían atender al grupo de personas que, sin cita previa, esperaban su turno de atención al contribuyente.  En 45 minutos, aproximadamente, fueron un mínimo de 7 despachos los que instalaron las XXX rojas en sus visores, anunciando un lapsus de tiempo, para reanudar las funciones de información a los contribuyentes que, confortablemente sentados leían o jugaban con el móvil, hasta oir la señal que indicaba el número y despacho que les atendería.
        Al llegar la hora de atender a un cliente con cita previa – sólo dos funcionarios estaban destinados  a ello- se planteó la discusión de cual debía entrar, de los dos que tenían la misma hora. Pudo haber un error al anotar la hora, pero ese mismo problema se planteó de nuevo en la siguiente llamada, teniendo que decidirse si sería yo o un matrimonio que también tenia la misma hora. Ante esta insólita situación, el funcionario, amablemente, me confirmó que era práctica habitual, sin darme explicación sobre los motivos de tan reprochable uso. Según él, debíamos ponernos de acuerdo entre ambos, para decidir quien sería atendido primero. Tras pensar proponerle jugarnos el pase a los “chinos”, le cedí la vez al matrimonio. El sistema de turno duplicando la hora es insólito, pero es mejor que el establecido por el Hospital Xanit cuyo código alfanumérico te impide saber cuando te tocará o el de los Juzgados que citan a todos para juicio a las 10 a.m.
        Lo peor, sin embargo, estuvo relacionado con la consulta evacuada al funcionario que me atendió. Milagrosamente la cita no se frustró, cuando tras enviarme a un municipio colindante, consultó por teléfono a mi instancia y le confirmaron que el expediente estaba en su Departamento. Pasado el susto, y planteado el problema sobre la ausencia de Resolución, a unas Alegaciones planteadas contra el valor catastral dado a un inmueble, las respuestas de la funcionaria, que omitiré prudentemente, me llevaron a la conclusión de que había errado en la elección de mi carrera universitaria, en vez de Derecho debí elegir Medicina o cualquier otra.

        La conclusión tras la visita al Catastro, me confirma la ausencia de responsabilidad de los funcionarios cuando yerran, y que trae causa directa de  la impunidad con la que actúa la Administración, cuando con sus resoluciones o su actuación negligente, causa un grave perjuicio al contribuyente. CLara.

"Las Cosas Claras"

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