CATASTRO
CATASTRÓFICO
Eran cerca de las doce
de la mañana y el bar parecía una caseta de la Feria de Sevilla. Grupos de personas que
superaban la cuarentena en edad y en número, charlaban animadamente en grupos
distribuidos en varias mesas o pegados a la barra del bar. Al parecer todos se
conocían, y el ambiente y animación
existentes, se contraponía a la larga fila de contribuyentes que,
pacientes y cabizbajos, esperaban su turno en el pasillo de acceso, para ser
atendidos en la dependencia de la planta -1 de la Delegación de Hacienda
de Málaga.
El bar estaba a rebozar. Era un
auténtico “meeting point” para los funcionarios que, estresados por la ingrata
labor que desempeñan, necesitaban un “respiro secuencial”.
Fue una casualidad, motivada por una
incontinencia urinaria la que me llevó a descubrir el “departamento” mas
importante y acaso el mas eficaz de tan emblemático edificio: el Bar. La culpa
la tuvo el recóndito lugar donde, en la planta -1, se puede evacuar un mismo
trámite con discriminación sexual.
Se acercaba la hora que tenía para una
consulta en la dependencia del Catastro, en planta 2ª del Edificio, y la larga
espera con que la cita previa me regaló, me permitió observar el trasiego de
funcionarios que debían atender al grupo de personas que, sin cita previa,
esperaban su turno de atención al contribuyente. En 45 minutos, aproximadamente, fueron un
mínimo de 7 despachos los que instalaron las XXX rojas en sus visores,
anunciando un lapsus de tiempo, para reanudar las funciones de información a
los contribuyentes que, confortablemente sentados leían o jugaban con el móvil,
hasta oir la señal que indicaba el número y despacho que les atendería.
Al llegar la hora de atender a un
cliente con cita previa – sólo dos funcionarios estaban destinados a ello- se planteó la discusión de cual debía
entrar, de los dos que tenían la misma hora. Pudo haber un error al anotar la
hora, pero ese mismo problema se planteó de nuevo en la siguiente llamada, teniendo
que decidirse si sería yo o un matrimonio que también tenia la misma hora. Ante
esta insólita situación, el funcionario, amablemente, me confirmó que era
práctica habitual, sin darme explicación sobre los motivos de tan reprochable
uso. Según él, debíamos ponernos de acuerdo entre ambos, para decidir quien
sería atendido primero. Tras pensar proponerle jugarnos el pase a los “chinos”,
le cedí la vez al matrimonio. El sistema de turno duplicando la hora es
insólito, pero es mejor que el establecido por el Hospital Xanit cuyo código
alfanumérico te impide saber cuando te tocará o el de los Juzgados que citan a
todos para juicio a las 10 a .m.
Lo peor, sin embargo, estuvo relacionado
con la consulta evacuada al funcionario que me atendió. Milagrosamente la cita
no se frustró, cuando tras enviarme a un municipio colindante, consultó por
teléfono a mi instancia y le confirmaron que el expediente estaba en su
Departamento. Pasado el susto, y planteado el problema sobre la ausencia de
Resolución, a unas Alegaciones planteadas contra el valor catastral dado a un
inmueble, las respuestas de la funcionaria, que omitiré prudentemente, me
llevaron a la conclusión de que había errado en la elección de mi carrera
universitaria, en vez de Derecho debí elegir Medicina o cualquier otra.
La conclusión tras la visita al
Catastro, me confirma la ausencia de responsabilidad de los funcionarios cuando
yerran, y que trae causa directa de la
impunidad con la que actúa la
Administración , cuando con sus resoluciones o su actuación
negligente, causa un grave perjuicio al contribuyente. CLara.