LAS MALAS PRACTICAS.
Las Tarjetas.
En la actualidad, parece imposible
prescindir del uso de las tarjetas en las múltiples aplicaciones de nuestra
actividad diaria. Usamos tarjetas para casi todo y por supuesto, tenemos más tarjetas
de las que usamos.
Estos rectángulos plastificados,
facilitan, sin duda, las operaciones cotidianas que llevamos a cabo. Así
pagamos la gasolina con tarjetas para que nos bonifiquen su importe; los comercios nos ofrecen facilidades o
ventajas por pagar nuestras compras con determinadas tarjetas; incluso en la
peluquería, si eres titular de su tarjeta, tendrás un corte de cabello gratis
cada 12 servicios. Todo son ventajas y la contraprestación que recibimos es el
premio a nuestra fidelidad como clientes.
Pero también las tarjetas tienen su
lado oscuro, cuando por la facilidad de su uso, no percibimos que estamos
adquiriendo bienes o servicios, sin contar con el respaldo económico suficiente.
Entonces, aparecen los números rojos en las cuentas bancarias, con los
correspondientes cargos por comisiones e intereses.
Acaso, la degradación más sutil la
podamos percibir en el uso de las “tarjetas expedidas por Compañías para
prestaciones sanitarias. La constitución de sociedades como Sanitas, Adeslas, y
algunas otras, ha modificado “el modus operandi” de las prestaciones médicas, y
especialmente de las Clinicas privadas.
Al margen de las ventajas que un médico
pueda recibir por el hecho de estar adscrito a los servicios prestados por
alguna de las compañías citadas, -que se podrían resumir en la atención de un
mayor número de pacientes- es evidente, que la contraprestación que recibe es
bastante inferior al valor económico de su servicio profesional. Ello trae como
resultado, la cita para una nueva consulta días mas tarde, junto con los
correspondientes análisis de sangre, orina, radiografías, tomografías,
resonancias, etc.etc.. Así se garantiza, como mínimo, un nuevo pago con
tarjeta, y se favorece al colectivo médico. En todo caso, esto no supone ningún
perjuicio para el paciente que recibe unas atenciones médicas supletorias que
no afectan a su economia.
Pero las malas prácticas se hacen
patentes cuando se acude a las Clínicas privadas, adscritas a las Compañías con
tarjetas. Me consta un suceso acaecido, no ha mucho tiempo.
Un paciente acudió a un Dermatólogo que
le diagnosticó un quiste sebáceo, de tamaño algo inferior a un garbanzo, en el
omoplato derecho. Unos días después, el mismo Doctor se los extrajo en un
Hospital Público en 10 minutos. Meses mas tarde, al aparecer un quiste similar
en un lugar próximo al extraído, acudió a un Hospital Privado, donde el Dermatólogo
que lo atendió le dio cita para que se operara. Pasados unos días, el paciente
recibió una llamada telefónica, advirtiéndole de la necesidad de acudir a una consulta
con el Anestesista, otra con el Analista
para que evalúe el análisis de sangre que le ha de aportar y finalmente con el
Cirujano que le va a intervenir. Naturalmente el paciente desistió de la
operación, ante la pérdida de tiempo que la profusión de trámites le imponía el
Hospital Privado, y, posiblemente con el interés económico –en cierta medida
justificado- de castigar a la
Compañía del Seguro sanitaria, por la escasa rentabilidad del
servicio satisfecho.
En mi poder he contado hasta 43 tarjetas
de distinta índole, sólo me falta, una de color morado tirando a negro, emitida
por la Funeraria El
Mort al Sot (El Muerto al Hoyo), que concede un incineración gratis por cada 44
fallecimientos. Catalana tenía que ser. R.I.P.